UN DESTELLITO EN LAS MANOS DE DIOS

Rosita, comenzó a contar Destellito, se encontraba con su hija enferma en el interior del Servicio de Urgencias del hospital de la ciudad, el lugar estaba abarrotado de personas con diferentes dolencias y que estaban siendo atendidas por el personal médico, mientras que afuera, esperaban muchas más ser llamadas para recibir atención.

En uno de los pasillos había un hombre que se quejaba de mucho, mucho dolor, tanto, que caía de rodillas, colocando su cabeza sobre el suelo, porque su dolor no lo podía soportar. Rosita se dio cuenta, dijo Destellito con cara de pena, que los funcionarios paramédicos, enfermeras, y médicos, pasaban por el lado del hombre como si no existiera, a tal extremo, que le pareció que si éste se cruzaba en el pasillo, ellos pasarían por sobre él. Conmovida, Rosita elevó la voz para reprochar la actitud de los funcionarios, solicitando atención para el pobre hombre, sólo en ese momento se acercaron para inquirir que le pasaba.

Este acontecimiento me recuerda la actitud que tuvieron tres varones con un hombre que se encontraba en serias dificultades, historia que se encuentra en Lucas 10:30-37, en que demostraron nulo interés por el hombre herido, dijo frunciendo el ceño Destellito; la Biblia dice en Mateo 22:36-40, “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?, Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”. Observo que uno de los males del hombre es no ser solidario con los demás, especialmente con aquellos que sufren, es una actitud que Jesús reprochó a la sociedad de su época, y que sigue reprochando hoy, dijo convencido Destellito; éste mundo será mucho mejor si cada uno deja de ver un poco por sí mismo, y más por los demás. El que dice amarse a sí mismo, que lo refleja en los permanentes cuidados que le brinda a su espíritu, alma, y cuerpo, lo mismo debe hacer, ni más, ni menos, con su prójimo, sólo así estará demostrando que el amor de Dios está en él, concluyó Destellito.


Autor: Oscar Olivares Dondero



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